Historia
El topónimo de Castellar es nombrado en el acta de consagración de la catedral de Urgell, el año 839, con la forma de Kastellare.
Muy probablemente ya existía entonces la iglesia parroquial de Santa Maria, edificio que havia sido substituido hacia el siglo XI por el edificio románico que se ha conservado parcialmente hasta nuestros días.
Por encima del emplazamiento de la iglesia debía de haber ya en esta época el castillo que originaría el topónimo; actualmente se ven aún algunas restas. El castillo estuvo separado del pueblo, el cual salió gradualmente a mesura que la gente fue edificando algunas casas en los alrededores de la iglesia mencionada.
En el siglo IX el municipio, juntamente con casi toda la Vall de Lillet, permaneció integrado en los dominios de los “condes” de la Cerdanya, los cuales conseguirían su máxima expansión territorial con Oliba Cabreta, titular de los condados el año 966 al 988. Pero, como, tota la Vall de Lillet, no formaba parte, en esta época, del conde de Berga, sino del de la Cerdanya, y hasta bien entrado el siglo XIII no quedó adscrito en el Berguedà, en ser incorporado a los dominios de la vegueria o sotsvegueria de Berga.
Por otro lado, des del siglo XII Castellar pertenecía a los dominios de Mataplana, dominios que hacia el 1350 adquirieron categoría de baronía, centrada en su castillo, situado en el pueblo vecino de Gombrèn (Ripollès). Los Mataplana favorecían y estimulaban la población de Castellar en diversas ocasiones. La más notable fue la carta de franquezas otorgada por Ramón de Urtx, señor de Mataplana, el 18 de agosto de 1292, a todas las personas que fueran a establecer-se. Este documento, verdadera carta de población, dejaba los habitantes de Castellar francos de censos y servicios (excepto 12 dineros anuales por las casas y los huertos) y libres de los mencionados malos usos; les concedía la libertad del trabajo y de conreo (reservando-se el diezme, la primicia y la octava parte de los frutos de la tierra) y libertad de movimiento en el plazo de un año. También los liberaba del servicio de vigilancia del castillo, en tiempo de paz. Finalmente les concedía garantías en los procesos judiciales, que se debían celebrar, en todo caso, en el mismo término de Castellar. Estas franquezas fueron reconfirmadas el año 1345 por Ramon Roger, conde del Pallars y señor de Mataplana.
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La baronía de Mataplana pasó al poder de Pere Galceran II de Pinós por la compra, realizada el año 1373, y aún que vendió una parte tres años más tarde, Castellar de n’Hug restó dentro las posesiones de los barones de Pinós y Mataplana, que fueron sus sucesores. El primero de estos, Bernat Galceran de Pinós, juró el año 1383 mantener y conservar los privilegios de los habitantes de Castellar.
Castellar de n’Hug se vio afectado por las guerras carlinas, especialmente la tercera, en que hubo en las envistas del pueblo una batalla importante, en la cual las tropas carlinas comandadas por el general Savalls fueron derrotadas por el general Alfonsí López Domínguez.
Las familias de Castellar de n’Hug a principios del siglo XX, vivían como la gente de alta montaña, debían sobrevivir de las actividades que se podían desenvolver en este territorio; la ganadería, y una actividad no de acuerdo con la ley, conocida como el “contrabando”. La posición estratégica de Castellar comporta importantes implicaciones tanto en tiempo de paz, como especialmente, en tiempo de guerra y posguerra, con la dureza de la frontera en tiempo de guerra, echo que comportó que se convirtiera en zona de paso de refugiados y fugitivos de una violencia tan grande como la guerra.
El año 1860 el pueblo contaba con 1005 habitantes, el 1900 con 570 habitantes censados y el 1920 había aumentado a 700, seguramente debido a la instalación de la Fábrica Asland. En la actualidad tiene unos 150 habitantes censados, de los cuales unos 90 son vecinos y residentes habituales.
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El año 1904 la Compañía General de Asfaltos y Pórtland fundó, en el lugar del Clot del Moro, la primera fábrica de cemento Pórtland del Estado español. Su propietario, Eusebi Güell, encargó a Rafael Guastavino (1842-1908) el diseño de la fábrica.
La obra, cualificada de fábrica de cascada, es uno de los grandes ejemplos de arquitectura industrial de Cataluña. Después se construyeron las viviendas de los ingenieros y encargados, el chalet torre y una pequeña iglesia. Así, el Clot del Moro aconteció una colonia industrial singular, de gran valor arquitectónico. El chalet es un edificio modernista de notable interés, atribuido a Antoni Gaudí y al arquitecto modernista manresà Ignasi Oms y Ponsa, mientras que la capilla con advocación a Sant Jaime es un pequeño ejemplar neorrománico obra del ingeniero P.Palomar. La fábrica cerró el año 1975 y más tarde, pero en el 2002 se inauguró el Museo del Cemento Asland, que forma parte de la red del Museo Nacional de la Ciencia y la Técnica de Cataluña.
El Clot del Moro tenía, des del año 1924 y hasta el cierre de la fábrica del cemento, un pequeño ferrocarril de vía estrecha que enlazaba la fábrica con la estación de Ferrocarriles de Cataluña de Guardiola de Berguedà. Actualmente funciona el Tren del Cemento. Castellar de n’Hug en los últimos treinta años, se ha convertido en un referente turístico de Cataluña.
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El año 1984 cuando aún en la comarca del Berguedà no se hablaba de turismo ni se confiaba en sus potencialidades, el pueblo, que había conservado la arquitectura popular, con un gran respeto por el uso de materiales autóctonos (piedra, maderas, tejas), fue cualificado por el Ministerio de Turismo uno de los pueblos más bellos del estado español. Sin duda un reconocimiento merecido al esfuerzo echo por la gente de Castellar de n’Hug y su Ayuntamiento.